Cuento “El maestro y el discípulo impaciente”

 

Un discípulo le preguntó al maestro:

—¿Cuánto tardaré en alcanzar la iluminación si medito cada día?

—Quizás diez años —respondió el maestro.

—¿Y si me esfuerzo el doble, maestro?

—Entonces, veinte.


El discípulo, confundido, insistió:

—No entiendo… ¿por qué más esfuerzo implica más tiempo?

—Porque cuando miras la meta —dijo el sabio— dejas de andar el camino.


✨ Enseñanza: 


A veces creemos que avanzar espiritualmente es cuestión de esfuerzo, de intensidad, de “hacer más”. 

Pero este cuento nos recuerda algo esencial: la prisa es el lenguaje del ego, no del Ser

El discípulo pregunta cuánto tardará en iluminarse y, cuando el maestro le dice “diez años”, inmediatamente quiere acelerar. 

Quiere llegar antes. Quiere controlar el proceso. Quiere obtener un resultado.


Pero en la práctica interior, forzar solo crea más tensión. Doblar el esfuerzo no acelera el camino; lo bloquea. 

Cuando intentamos que la mente esté quieta, la agitamos. 

Cuando deseamos llegar a un estado especial, nos alejamos más de él.


El maestro señala la trampa: cuando miras la meta, dejas de andar el camino

Y el camino es este instante. 

La iluminación no es un destino futuro, es la claridad que aparece cuando cesa la búsqueda ansiosa. 

No se conquista: se revela.


El cuento nos invita a caminar sin prisa, con confianza, con humildad. 

A soltar la ambición espiritual y volver a la práctica sencilla: respirar, estar, sentir. 

Desde ahí, lo que buscamos ya está ocurriendo.

Namaste 🙏

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