Un café en la Puerta del Sol

Madrid, tarde de Invierno de 1940. Dos muchachas jóvenes de 18 y 20 años pasean un Domingo por el centro de la capital. Hace frío y deciden tomar un café en uno de los establecimientos que hay en la Puerta del Sol. Entran y ven que el local está repleto, no hay una sola mesa libre, por lo que optan por buscar otro café. Un camarero se acerca a ellas y ya cuando se van les comenta "Perdonen señoritas, pero en esa mesa está un militar sólo y le voy a preguntar si le importaría que ustedes se sienten con él". El camarero le pregunta y este de forma amable le indica que no existe ningún problema.
Se sientan tímidamente, el militar lee un periódico, pero disimuladamente observa a las dos jóvenes, guapas y alegres, que a su vez hablan entre ellas, se ríen, pero también están pendientes del militar, apuesto y galante.
Por fin él se decide a entablar conversación y habla sobre el frío que está haciendo últimamente en Madrid y lo duro que esto supone en una ciudad en plena posguerra. Ellas se dan cuenta de que además de apuesto es culto, pues haba, con soltura de diversos temas. La tarde avanza y el tiempo pasa rápidamente, mientras la conversación es cada vez mas alegre y risueña. Ya anochecido las jóvenes comenta que han de marcharse, pues se hace tarde y es peligroso para ellas estar a esas horas solas paseando. El militar pregunta donde viven y la causalidad hace que ambos hogares estén próximos, por lo que se ofrece a acompañarlas gentilmente, a lo que ellas acceden, intentando disimular su alegría.
En el trayecto él piensa en como volver a repetir el encuentro, pero le parece un poco atrevido el pedírselo, por lo que les acompaña a su casa y al llegar a la calle donde vivían pasan junto a una carbonería y el militar, andaluz y lleno de gracia, le dice a la mas joven "Por eso sus ojos son negros, como dos tizones". Ella se sonrojo un poco, pero le encantó el piropo, pues el militar le parecía más que atractivo.
Durante los días siguientes ambos pensaron el uno en el otro, como solo el amor juvenil sabe hacer y salían a la calle con la ilusión de un encuentro inesperado en la forma pero mas que esperado en su corazón. Un día, desde la esquina el militar divisó a la joven y rápidamente salio a su encuentro, apareciendo en la cara de ambos una sonrisa, que nace de dos corazones jóvenes y dando paso a un noviazgo que al año siguiente finalizó en matrimonio. 
Vivieron casi 50 años juntos teniendo 5 hijos y siendo uno de esos matrimonios, unidos y dedicados en cuerpo y alma a sus hijos y creando un hogar donde el amor estuvo siempre presente.
El militar era mi padre, la joven de 18 años mi madre y la de 20 mi tía, que luego a través de mi padre conoció a otro militar con el que se casó, también.
Esta historia me la contó mi madre varias veces y a mi me fascinaba escucharla y sobre todo me atrae la idea de que ese gesto tan nimio del camarero hizo girar la vida en un sentido tan determinante. Un gesto que este hombre olvidaría esa misma tarde y que fué tan transcendental para la vida de tantas personas, alguna como mi caso que deben  su vida a este gesto. Este relato me gusta contarlo, me parece fascinante y cuando lo comparto las demás personas dependiendo de su visión especialmente religiosa, me dan una explicación de como lo entienden, pues lógicamente si se cree en Dios, ese camarero estaba siendo guiado de alguna forma por él. Otros me hablan del destino, como el responsable de ese acto, pues todo estaba escrito. Por supuesto otro grupo muy numeroso me remite al azar, como el causante de todo y no existe nada detrás de ello. A mi esta historia me resulta tan atrayente, no solo por lo que supuso en el devenir de mi familia, mi vida y la de mis hijos, sino por lo apasionante que es la vida, que esconde en un gesto tan mínimo un giro tan radical en la historia. Me pregunto cuantos gestos como este han sucedido para que cada uno de nosotros existamos y al final mi mente se rinde ante todas estas cuestiones tan difíciles de abordar y lo único que me queda es saber que así es la vida, de enigmática y apasionante a la vez.
Sirva esta entrada como homenaje a mis padres, ambos ya fallecidos, pero a los que les debo seguramente mucho más de lo que puedo expresar con palabras, pues ante todo me hicieron sentir querido y me acogieron en un hogar lleno de amor.
Un abrazo a mis hermanos Luis y Mamen y un recuerdo para mí otro hermano, Manolo, también fallecido ya, un segundo padre para mí.

Comentarios

  1. Qué bonita historia Antonio, parece de película.
    Si la vida tiende a vwecwes coincidencias o azares , como tú dices,pero qué bien cuando sucede por amor, verdad?
    Un abrazo muy fuerte, me ha alegrado mucho leerla y gracias x compartirla con nosotros.

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